jueves, 14 de julio de 2016

In the name of Name

Hoy estaba dispuesta a ponerme a escribir una de esas historias que tanto me gustan donde personajes míticos que pueblan frondosos bosques se unen para contar historias fantásticas (tanto en el sentido de fantasía como de que soy una escritora maravillosa). Quería comenzar contando cómo ella, una criatura cuya raza aún no he tenido suerte de dar a conocer, le pedía ayuda a una criatura de su misma especie pero de escalafón inferior para encontrar algo, porque ya llegaba tarde a algún sitio. Sin embargo, aunque algún día escribiré esa historia, quiero comentar qué pensamiento me ha asaltado para que ahora no sea el momento de la Fantasía.
       Resulta que quería iniciar el relato con su nombre. Y el nombre que había venido a mi mente era Emmeline. Un nombre perfecto: un poco largo, para demostrar experiencia. Una consonante líquida porque la gente sabia es consciente de que πάντα ρει. Mismas vocales para representar la idea de una persona de fuertes convicciones, entres ellas, un instinto protector representado por esas nasales. En definitiva, un nombre de una líder firme y maternal. 
      Me resulta ver gracioso ver cómo he evolucionado con todos estos temas tras haber estudiado lingüística, porque al principio siempre que tenía que buscar nombres para mis personajes lo que solía hacer era utilizar palabras en idiomas que me recordasen al personaje (como en http://caeminapossedit.blogspot.com.es/2013/12/hielo-en-escamas-de-plata-y-lo-que-trae.html dónde el nombre del dragón, Silfur Flake-ís, viene del islandés ''plata hecho de copos de hielo'', donde quería representar tanto que el dragón era de escamas plateadas como que vivía en un ambienete gélido. Otro ''gran'' recurso que solía utilizar eran códigos tontos sin mucho sentido. Por ejemplo, en http://caeminapossedit.blogspot.com.es/2014/03/la-calma.html podemos observar que el mago se llama Emgom, ¿por qué? Por que era el seor de la torre que representaba al alfil. El código es que las vocales son la vocal anterior siguiendo el orden a-e-i-o-u, y las consonantes son la anterior en el abecedario. Así:
E -A
M -L
G -F
O -I
M -L
         
     Bien, entonces, ahora que hemos visto mi evolución, se nota que sigo utilizando códigos que tienen sentido para mí respecto a mi limitado bagaje cultural, para poder darle mi propio sentido a los nombres, ¿por qué no he podido utilizar el nombre de Emmeline si me parece tan correcto? ¿Qué ha fallado en el código?
        Que, incondicionalmente, soy humana, y como humana las cosas causan impacto en mí. Aunque Emmeline dentro de mi código tenga sentido, Emmeline nunca podrá ser otra que aquella imagen que siempre idealizaré de Emmeline como niña espejo de Adeline. Ambas pertenecen al libro El cuento número trece, de Diane Setterfield, que tan bien me enseñó a narrar sensaciones cuando tenía once años y que tanto me apetece releer de repente.

''Todos los niños mitifican su nacimiento. Es un rasgo universal. ¿Quieres conocer a alguien? ¿Su corazón, su mente, su alma? Pídele que te hable de cuando nació. Lo que te cuente no será la verdad: será una historia. Y nada es tan revelador como una historia.
VIDA WINTER, Cuentos de cambio y desesperación''

3 comentarios:

  1. Y si el nombre te elije a ti? Así, sin más... espontáneamente surje...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Claro, a veces hay personajes que son tan reales para uno que es imposible querer cambiarles el nombre ''¿Llamarle Diego porque le pega más? A ver, pegar le pega más, pero se llama Antonio''. Sin embargo, no suelo utilizar a esos personajes para cuentos cortos, que es lo que escribo en el blog. Gracias por tu comentario :)

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar