domingo, 14 de agosto de 2016

(Insertar canción: soledad)

Así pues, siguiendo las bases sobre la Libertad que propone Eric Fromm en su libro El miedo a la libertad, el mayor temor del ser humano es el aislamiento (como ya supuse con 11 años cuando me preguntaron sobre mis fobias en aquel primer campamento), porque supone una desintegración intelectual. Pero, ¿por qué sucede esto? ¿Por qué necesitamos al otro para definir nuestra identidad? ¿Cuál es el sentido de esta negociación?
       Remontándonos a la infancia, a la pureza, a aquello que es guiado sobre todo por instintos básicos; encontramos que el individuo está condenado. Nuestro niño inocente no es nadie comparado con un mamut, frente a una serpiente venenosa o contra cualquier tipo de planta indigerible. Así pues, los humanos necesitan un grupo que sea el portador del conocimiento y la fuerza para hacer frente a todas las adversidades. Se unen, por la supervivencia. ''La amenaza más seria para la vida del niño es el ser abandonado a sí mismo''.
          Si esto viene escrito en nuestro código genético, intrínseco en la más profunda y primitiva parte de nuestro ser, ¿cómo no va a afectar a la razón? ¿Cómo nuestra perspectiva va a cambiar cuando tenemos a fuego escrito que yo no soy sin el otro? Solo somos una serie avanzada de mamíferos... Aunque en la sociedad antropocénica en la que estamos el individuo pueda valerse por sí mismo, el genoma no lo ha asimilado. No importa lo mucho que el niño pueda disparar una pistola contra el mamut; no podrá deshacerse del miedo perentorio a estar solo.
            Entonces, sabiendo que la individualidad es algo rechazado desde las mismas entrañas que nos gobiernan desde el subconsciente, ¿cuáles son las ventajas de la libertad ahora que tenemos la capacidad de elegir? (Otro día proseguiré discurriendo sobre las luchas de sumisión y dominación).

                                                 Tania, la original, sin gluten.

martes, 9 de agosto de 2016

El Tesoro Desterrado

Tras arduos meses de un intenso y arduo periplo a contrarreloj, al fin se encontraban frente a aquel templo perdido en mitad de la selva congoleña. Temerosos, se adentraron por el pórtico de piedra que tantos años llevaba siendo besado por el paso del tiempo.
En mitad del suelo encontraron una cajita de cristal en la que estaba grabado ''G R I T O''. Era curioso, porque cada uno de los integrantes del grupo podía leerlo en su lengua materna. Tras la cajita se hallaba escondida una lágrima, pero ninguno lo sabía. En cuando el más atrevido la rozó, una inmensa tormenta helada llenó el templo, y por ciertos cambios en las presiones, dió la sensación de que todo se llenaba de vacío.
        Efímera, la tormenta desapareció con la misma rapidez con la que había llegado, dejando solo tras de sí un suelo mojado y un ruido crascitante en los corazones de los integrantes del grupo. Se miraron unos a otros con una falta de significado cuya raíz era mucho más profunda que el acontecimiento que acababan de presenciar. La desolación hablaba por ellos cuando, inquietos, se preguntaron

¿Dónde encontrarían la siguiente cajita?

Los días con nombre y sonrisa (u Honestany is the best Tany)



Al final del día deberían enseñarnos una grabación mostrando todo lo que conseguimos inspirar. Me refiero a cómo afectamos a la gente incluso sin darnos cuenta. Cómo unas palabras, una sonrisa o un grito donde otros no lo esperaban, moldean a las personas. Nosotros, los caminantes del camino que vamos pensando que no tenemos ningún tipo de incidencia en el mundo real, descubriríamos todo lo que creamos sin querer. Creo que es el mejor tipo de karma.

Ejemplo 1, el que le da nombre al texto
Caminaba triste, sumergida en las dudas sobre si había hecho lo correcto o si, dejándome llevar por la sinceridad, había causado más daño que de cualquier otra forma. Entonces, recibí un mensaje que me calmó bastante, como un mantra gracioso. Honestani is the bestani, y no ha nada que temer al respecto.

Ejemplo 2, el de la Reina de los Mares
En el autobús escuché a hurtadillas a una mujer de unos 40 años contarle su vida a un chaval de unos 20 que no parecía muy contento con el asiento sin insonorizar que le había tocado. Resultó que ella era de Tánger, y lo que más, más, sin duda alguna, añoraba era el mar. Se adentraba en el agua, levantaba sus brazos y, cerrando los ojos, esperaba a que la siguiente ola le chocara las palmas. Se reía al contarlo mientras el chico que se sentaba a su lado suspiraba hastiado. Esa mujer no es consciente de que ahora está aquí escrita.

Ejemplo 3, el de supermercado
Al salir del mercadona esta mañana, iba con una manzana y con un plátano en la mano que iban pronto a convertirse en mi desayuno. En la puerta, sentada, había una joven negrita con una 
cara que se iba poniendo más triste con cada mirada de compasión que le dedicaba la gente al pasar. Creo que, más que le diese una fruta, lo que le hizo poner esa sonrisa, fue que la mirase a los ojos y, por señas, le diese la capacidad de elección.
Puede que luego tirase la fruta. Pero, si es así, ¡qué buena actriz! Me quito el sombrero ante su inocencia.

Conclusión: los humanos son un tesoro, y todos tenemos el asombroso poder de que, cuando alguien se siente inseguro, reafirmamos su forma de pensar, sentir y actuar.


P.D.: https://www.youtube.com/watch?v=LSHygiOnwTA