lunes, 14 de agosto de 2017

Un día cortamos una flor de loto y nos comimos las semillas

Aunque no lo huela, el mar sigue existiendo en alguna parte;
y no sé por qué eso me reconforta tanto
desde la soledad de mi cuarto.

Cuando miro fotos del tiempo que pasé viviendo en Beijing, me duele un poco la cabeza por la parte de la nuca. Es como si al volver a España hubiera despertado de un sueño: lo que fui allí, ya no soy aquí; lo que viví, nadie está lo suficientemente cerca como para atestiguarlo. ¿A qué Erdi le podría decir ''tío, do you remember those incredibly amazing jiaozi we ate the day we met? the ones with mushrooms that the bartender was ultra tender because we were trying to speak chinese??? well I have learnt how to make them!'' o quizás un ''Jordieeeeeee, lets smoke a cig outside I want to speak Chinese lets practise togetheeeer'' a lo que él respondería ''damn yeah girl I have just came back from running give me five and I'll be downstairs'' o quizás diciéndole a Chok ''hey do you remember that time you were screaming to me because I was late as always but you had just also came out of your house? Or that time I went out to have a walk on my own at 3 in the night and you were calling me all the time just in case someone stole my kydneys like your mommy told? I just wanted to say thank you for that''.

Los recuerdos me son tremendamente agridulces porque allí fui tremendamente feliz. Y no puedo sentir rencor por no sentirme tan cuidada como lo hacía allí, por supuesto que no, pero no puedo evitar tampoco sentirme un poco fuera de lugar porque tuve mucha suerte de que aquella gente fuera mi hogar y me diese tantas cosas maravillosas.