domingo, 6 de abril de 2014

La noche inmortal

¿Cómo podría hablaros de lo distinta que me sentí aquella noche de San Juan?
La noche era tan oscura que parecía que se abalanzaba sobre nosotros, los que la habíamos combatido con hogueras encendidas; nos acariciaba la noche con su negrura finalmente ganadora. La arena nunca había sido tan suave, las olas nunca nos habían mecido tan plácidamente, las estrellas fugaces nunca habían sido tan brillantes mandándonos guiños desde las alturas. Y yo estaba ahí, con el sentido algo embotado gracias a la cerveza ya no tan fría, rodeada de los cuerpos que yacían en el sueño de los que se han emborrachado con alcohol y con amor. Ya solo quedaban ascuas de madera, cenizas y restos de apuntes chamuscados en los agujeros negruzcos de esas grandes hogueras, y yo caminaba entre ellas, sintiéndome única porque el mundo era totalmente mío cuando todos los demás estaban soñando. Con mi vista mareada, contemplaba cómo mis pies se hundían en la arena que me hacía cosquillas, para volver a salir al dar el siguiente paso. Veía formarse la espuma del mar cuando chocaba contra la orilla, y me pareció absolutamente preciosa la forma en la que todo brillaba gracias a la luz tranquila de los astros nocturnos. Cerré los ojos y sonreí. Y me sentí infinita. Como si al fin tuviera concordancia con algo y ese algo fuera yo en el Universo.
Cuando al fin mis párpados ascendieron, frente a mi cara estaba la luna, más blanca que nunca. Le mandé un beso por guapa, y porque estaba borracha y podía hacer lo que quisiera. Me pareció gracioso lo mucho que me estaba gustando aquella luna, es decir, todos los poetas le han escrito poemas a la luna llena. La luna llena siempre había movido algo dentro del ser humano: ya fuera para sacar a la bestia que llevaran dentro, ya fuera para enviarle los besos que querrían darle a su amor imposible. 
Y por eso me parecía gracioso que me gustara tanto aquella luna: mi luna estaba en cuarto creciente. A lo mejor en aquel entonces me sentía identificada con ella porque yo también estaba incompleta porque alguien hubiera ocultado algunas partes de mí. Si lo pienso bien, es muy fácil que me identificara con aquella luna porque la luna es como los humanos: a veces está entera, a veces está oculta, siempre es bonita aunque tenga cráteres. Porque está en eterna expansión, hasta llegar a su punto álgido, para luego volver a la decadencia. Las fases de la felicidad son cíclicas y las de la luna también lo son, en cierto modo tenemos ese parentesco con todo lo demás.  Empecé a pensar mirando aquella luna, que ya que siempre me iba a llegar la felicidad, siempre podría dar lo mejor de mí al mundo. Supongo que por eso los astronautas se decidieron a viajar hasta allí, para ver si allí encontraban el sentido de su vida.Aquella noche, mirando una luna y deseando ser un perro para aullarle, pensé que si yo lo había encontrado con solo mirarlo, ellos también debían de haberlo encontrado y que por eso seguían mejorando las cosas, para que el resto del mundo también pudiera ir a la luna para saber quiénes eran.
Y no divagué solamente sobre eso. Y posiblemente no me acuerdo de todo lo que divagué. Y posiblemente vosotros os aburriríais escuchando la mitad de todas las divagaciones que recuerdo pero que me hacen sentir viva.






2 comentarios:

  1. Ohhh qué bien. Hace un tiempo me preguntaba, ¿tendrá esta mujer algún blog o un algo donde escriba? Y hace unos días me dio por buscar y...
    Soy feliz recolectando blogs bonitos de gente por quien me intereso, así que siéntete desde ya oficialmente acosada

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    1. ¿Eres la Cristina de mi colegio? ¿La que he visto en el concurso de literatura hace un rato? :3 En todo caso, un placer señorita :D

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