martes, 18 de julio de 2017

22 de Junio (II)

- De vividora a JPG-

Creo que esta es una cuestión que hay que planteársela muchas veces a lo largo de la vida: ¿dónde me veo de aquí a 15 años, a 20, a 50? No porque haya que hacer planes a largo plazo (¡menuda falacia de vivir!), no, más bien porque es una forma de conectar con tus sueños, con tu yo de la cuarta dimensión; y por ser así, es un ejercicio que creo fervientemente que es mejor hacérsela cuando uno está relajado y feliz: como ahora mismo, que llevo la chapa de una cerveza en mi dedo aparentando ser mi anillo de matrimonio con las risa y que las hojas doradas que caen sobre esta libreta hacen de barco a las hormigas que me cosquillean.
Me voy por las ramas en mi paz. El caso es que he hecho este ejercicio que anteriormente os comentaba y he llegado a la conclusión de que mi apariencia (que aunque suene superficial era en lo que estaba pensando primero al imaginar a mi yo del futuro) no es para mí importante. Me da igual si acabo siendo una viejita con el pelo morado que hace yoga en su jardín o si seré una abuelita rellena de galletas que compartir, porque a pesar del destino final, tengo frente a mí un sueño brillante. Viajando años y años intentando ayudar lo máximo posible, creando arte y núcleos de amor, captando los matices de la vida de todos los países que convierta en mi hogar, y, en algún momento, crear La Posada. La Posada donde los jueves por la noche haya espacio para cuentacuentos, donde los viernes haya juegos de beber, los viernes karaokes y los miércoles festivales de comida porque son mi día favorito. Un sitio que sea un recinto de comunidad donde poder dar validación, cariño y ánimo, y todo aquello que necesiten que se les brinde a las almas que un día yo también fui.

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