martes, 27 de septiembre de 2016

¡Un cuento!

Es hora de escribir un cuento, porque necesito buscar una burbuja de aire.

Todo empezó cuando la princesa abrió los ojos y se encontró frente a frente con un pájaro que la observaba cabeza abajo. El pájaro, un enorme cuervo, tenía los ojos amarillos, y cada una de sus plumas negras como el carbón exudaba malicia. La princesa, asustada, intentó zafarse y gritar, pero las garras del cuervo le agarraron su melena dorada arañándole la cara, de la que salía tímidas gotas de sangre. El  negro cuervo alzó la negra cabeza mientras emitía un espantoso graznido, que sonaba como aunado por todas las voces de los demonios, y se volvió una vez más para mirarla con aquella mirada enigmática y llena de inteligencia. La princesa de labios hinchados como cerezas intentó chillar de nuevo, pero esta vez, no le salió la voz; el cuervo se la había tragado. 
        Como sonriendo, el cuervo le pegó un picotazo en la mejilla, bajo el ojo izquierdo, desgarrándole la cara mientras ella volvía intentar hacer algún ruido con esa garganta ahora marchita, y el negro cuervo, cargado con su carne y chorreándole sangre por las plumas, echó a volar, huyendo por la ventana. 


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