El aire no estaba viciado,
tampoco su pelo enredado;
a mi sirena le han crecido alas rosas
y ha decidido marchar.
Aquí ya no huele a sonrisas,
tampoco acaricia la brisa;
y cuando me decido mirar su huequecito
me encojo, y me meto en él.
En ese hueco a mi medida,
te echo en falta en desmedida.
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