Aunque no lo huela, el mar sigue existiendo en alguna parte;
y no sé por qué eso me reconforta tanto
desde la soledad de mi cuarto.
Cuando miro fotos del tiempo que pasé viviendo en Beijing, me duele un poco la cabeza por la parte de la nuca. Es como si al volver a España hubiera despertado de un sueño: lo que fui allí, ya no soy aquí; lo que viví, nadie está lo suficientemente cerca como para atestiguarlo. ¿A qué Erdi le podría decir ''tío, do you remember those incredibly amazing jiaozi we ate the day we met? the ones with mushrooms that the bartender was ultra tender because we were trying to speak chinese??? well I have learnt how to make them!'' o quizás un ''Jordieeeeeee, lets smoke a cig outside I want to speak Chinese lets practise togetheeeer'' a lo que él respondería ''damn yeah girl I have just came back from running give me five and I'll be downstairs'' o quizás diciéndole a Chok ''hey do you remember that time you were screaming to me because I was late as always but you had just also came out of your house? Or that time I went out to have a walk on my own at 3 in the night and you were calling me all the time just in case someone stole my kydneys like your mommy told? I just wanted to say thank you for that''.
Los recuerdos me son tremendamente agridulces porque allí fui tremendamente feliz. Y no puedo sentir rencor por no sentirme tan cuidada como lo hacía allí, por supuesto que no, pero no puedo evitar tampoco sentirme un poco fuera de lugar porque tuve mucha suerte de que aquella gente fuera mi hogar y me diese tantas cosas maravillosas.
Poseía poesía
lunes, 14 de agosto de 2017
martes, 18 de julio de 2017
16 de Abril - sobre la contaminación
Bruma, bruma, bruma.
En todas las simientes
de todo aquello que sientes,
-en todas partes: bruma-.
Con sus colores pacientes
oculta misteriosos agentes
que reabren recuerdos tangentes;
-en todas partes: bruma-.
Pulmones angustiantes,
(feroces luces me repelen)
las nubes dibujan tu nombre
-y eso, cielo: abruma-.
En todas las simientes
de todo aquello que sientes,
-en todas partes: bruma-.
Con sus colores pacientes
oculta misteriosos agentes
que reabren recuerdos tangentes;
-en todas partes: bruma-.
Pulmones angustiantes,
(feroces luces me repelen)
las nubes dibujan tu nombre
-y eso, cielo: abruma-.
22 de Junio (II)
- De vividora a JPG-
Creo que esta es una cuestión que hay que planteársela muchas veces a lo largo de la vida: ¿dónde me veo de aquí a 15 años, a 20, a 50? No porque haya que hacer planes a largo plazo (¡menuda falacia de vivir!), no, más bien porque es una forma de conectar con tus sueños, con tu yo de la cuarta dimensión; y por ser así, es un ejercicio que creo fervientemente que es mejor hacérsela cuando uno está relajado y feliz: como ahora mismo, que llevo la chapa de una cerveza en mi dedo aparentando ser mi anillo de matrimonio con las risa y que las hojas doradas que caen sobre esta libreta hacen de barco a las hormigas que me cosquillean.
Me voy por las ramas en mi paz. El caso es que he hecho este ejercicio que anteriormente os comentaba y he llegado a la conclusión de que mi apariencia (que aunque suene superficial era en lo que estaba pensando primero al imaginar a mi yo del futuro) no es para mí importante. Me da igual si acabo siendo una viejita con el pelo morado que hace yoga en su jardín o si seré una abuelita rellena de galletas que compartir, porque a pesar del destino final, tengo frente a mí un sueño brillante. Viajando años y años intentando ayudar lo máximo posible, creando arte y núcleos de amor, captando los matices de la vida de todos los países que convierta en mi hogar, y, en algún momento, crear La Posada. La Posada donde los jueves por la noche haya espacio para cuentacuentos, donde los viernes haya juegos de beber, los viernes karaokes y los miércoles festivales de comida porque son mi día favorito. Un sitio que sea un recinto de comunidad donde poder dar validación, cariño y ánimo, y todo aquello que necesiten que se les brinde a las almas que un día yo también fui.
Creo que esta es una cuestión que hay que planteársela muchas veces a lo largo de la vida: ¿dónde me veo de aquí a 15 años, a 20, a 50? No porque haya que hacer planes a largo plazo (¡menuda falacia de vivir!), no, más bien porque es una forma de conectar con tus sueños, con tu yo de la cuarta dimensión; y por ser así, es un ejercicio que creo fervientemente que es mejor hacérsela cuando uno está relajado y feliz: como ahora mismo, que llevo la chapa de una cerveza en mi dedo aparentando ser mi anillo de matrimonio con las risa y que las hojas doradas que caen sobre esta libreta hacen de barco a las hormigas que me cosquillean.
Me voy por las ramas en mi paz. El caso es que he hecho este ejercicio que anteriormente os comentaba y he llegado a la conclusión de que mi apariencia (que aunque suene superficial era en lo que estaba pensando primero al imaginar a mi yo del futuro) no es para mí importante. Me da igual si acabo siendo una viejita con el pelo morado que hace yoga en su jardín o si seré una abuelita rellena de galletas que compartir, porque a pesar del destino final, tengo frente a mí un sueño brillante. Viajando años y años intentando ayudar lo máximo posible, creando arte y núcleos de amor, captando los matices de la vida de todos los países que convierta en mi hogar, y, en algún momento, crear La Posada. La Posada donde los jueves por la noche haya espacio para cuentacuentos, donde los viernes haya juegos de beber, los viernes karaokes y los miércoles festivales de comida porque son mi día favorito. Un sitio que sea un recinto de comunidad donde poder dar validación, cariño y ánimo, y todo aquello que necesiten que se les brinde a las almas que un día yo también fui.
22 de Junio
Este ya lo subí al feisbus.
''Así soy yo, más deseante que deseada''. Virginie Despedentes
-La entropía más bonita-
Últimamente, en lo que más me fijo es en esas pequeñas cositas: en cómo se alzan los regueros de gotas de agua desde los charcos cuando mis amigos los cruzan en sus bicis frente a mí, en el caer momentáneo de la ceniza cuando sacudo el cigarrillo en la ventana de mi habitación, en las doradas hojas que ahora mismo me sobrevuelan diciendo adiós a los árboles de los que provienen...
Parece que todo está destinado a su extinción y eso, que antes me repelía sobremanera y me pulverizaba el corazón, no parece ahora otra cosa que belleza, porque da la posibilidad de crear: el árbol se poblará de nuevo de hojas y flores en su próxima primavera, yo fumaré otros cigarros rodeada de otras personas y otros sentimientos, y esta libreta que hoy sostengo no será más que un recuerdo que me acunará mientras arrugo otros nuevos folios con nuevas experiencias.
Es probable que haya que aprender a caer de esa manera: de forma graciosa (de grácil y de gracias), lentamente, disfrutando del viaje. Cayendo sin caer.
Sigo enamorada de los humanos y sus facetas, de su dulce forma de sobrevivir, de crear y de creer. De crearse y evolucionar. Por ejemplo, recién dos niñas pequeñas han pasado jugando cerca del árbol bajo el que estoy sentada escribiendo, y como bien tienen aprendido que los blancos no sabemos hablar chino, han pasado a mi lado sin tan siquiera reparar en mi presencia, no como los niños de pueblo que no están habituados a los laowais (forasteros); después de todo, estas viven en el barrio de la residencia de la Universidad más importante de China, que está repleta de extranjeros como yo. Y esa forma de ignorarme, caballeros y caballeras, es el futuro creándose.
''Así soy yo, más deseante que deseada''. Virginie Despedentes
-La entropía más bonita-
Últimamente, en lo que más me fijo es en esas pequeñas cositas: en cómo se alzan los regueros de gotas de agua desde los charcos cuando mis amigos los cruzan en sus bicis frente a mí, en el caer momentáneo de la ceniza cuando sacudo el cigarrillo en la ventana de mi habitación, en las doradas hojas que ahora mismo me sobrevuelan diciendo adiós a los árboles de los que provienen...
Parece que todo está destinado a su extinción y eso, que antes me repelía sobremanera y me pulverizaba el corazón, no parece ahora otra cosa que belleza, porque da la posibilidad de crear: el árbol se poblará de nuevo de hojas y flores en su próxima primavera, yo fumaré otros cigarros rodeada de otras personas y otros sentimientos, y esta libreta que hoy sostengo no será más que un recuerdo que me acunará mientras arrugo otros nuevos folios con nuevas experiencias.
Es probable que haya que aprender a caer de esa manera: de forma graciosa (de grácil y de gracias), lentamente, disfrutando del viaje. Cayendo sin caer.
Sigo enamorada de los humanos y sus facetas, de su dulce forma de sobrevivir, de crear y de creer. De crearse y evolucionar. Por ejemplo, recién dos niñas pequeñas han pasado jugando cerca del árbol bajo el que estoy sentada escribiendo, y como bien tienen aprendido que los blancos no sabemos hablar chino, han pasado a mi lado sin tan siquiera reparar en mi presencia, no como los niños de pueblo que no están habituados a los laowais (forasteros); después de todo, estas viven en el barrio de la residencia de la Universidad más importante de China, que está repleta de extranjeros como yo. Y esa forma de ignorarme, caballeros y caballeras, es el futuro creándose.
Dieciocho de Julio de dos mil diecisiete
I never lived a year better spent in love
Soy una tremenda afortunada: todos los años de mi vida los cuento como el mejor año de mi vida. China me ha dado tanto que podría escribir miles de hojas al respecto. Ha llenado mis días de amor incluso cuando ya he partido para no volver, y nunca sabré cómo dar las gracias lo suficiente. Una de las cosas que me ha otorgado es a saber adorar las despedidas. A dar gracias porque todo haya sucedido; a entender que decir adiós va de entristecerse y de celebrar la vida que tenemos delante. Da lo mejor de ti, sigue descubriéndote. Llena cada uno de tus días de ternura y autoternura. Como decía aquel famoso, deja para mañana lo que no te importe dejar sin hacer cuando estés muerto. Si estás triste demasiado tiempo es porque no estás creando algo nuevo, y así descubres que hasta la tristeza es positiva por su forma etérea de brújula. Ten cuidado con tu tiempo, porque si estás triste demasiado tiempo,tornas algo tan bonito en algo roto.
Voy a subir alguna de las cosas que he ido escribiendo en la libreta estos meses.
-27Junio Suzhou
En esta ciudad de voladizos tejados,
de canales, calor y de gatos,
por la humedad que levanta lo remado
aparece por gota un poeta ingrato.
En esta ciudad bella,
figuras desnudas hay en ella,
recordando (añorando, rezando)
la pasada figura que hizo mella.
Soy libre, a veces terrible
y casi nunca disponible;
me alzo en las cornisas
cargada de sonrisas.
Sus ojos, como la línea de un pájaro que vuela,
se entrecierran para otear el horizonte de mi camisón
lentamente se asoma su lengua para desatar el monzón;
te voy a echar de menos, ya mi corazón duela.
Soy una tremenda afortunada: todos los años de mi vida los cuento como el mejor año de mi vida. China me ha dado tanto que podría escribir miles de hojas al respecto. Ha llenado mis días de amor incluso cuando ya he partido para no volver, y nunca sabré cómo dar las gracias lo suficiente. Una de las cosas que me ha otorgado es a saber adorar las despedidas. A dar gracias porque todo haya sucedido; a entender que decir adiós va de entristecerse y de celebrar la vida que tenemos delante. Da lo mejor de ti, sigue descubriéndote. Llena cada uno de tus días de ternura y autoternura. Como decía aquel famoso, deja para mañana lo que no te importe dejar sin hacer cuando estés muerto. Si estás triste demasiado tiempo es porque no estás creando algo nuevo, y así descubres que hasta la tristeza es positiva por su forma etérea de brújula. Ten cuidado con tu tiempo, porque si estás triste demasiado tiempo,tornas algo tan bonito en algo roto.
Voy a subir alguna de las cosas que he ido escribiendo en la libreta estos meses.
-27Junio Suzhou
En esta ciudad de voladizos tejados,
de canales, calor y de gatos,
por la humedad que levanta lo remado
aparece por gota un poeta ingrato.
En esta ciudad bella,
figuras desnudas hay en ella,
recordando (añorando, rezando)
la pasada figura que hizo mella.
Soy libre, a veces terrible
y casi nunca disponible;
me alzo en las cornisas
cargada de sonrisas.
Sus ojos, como la línea de un pájaro que vuela,
se entrecierran para otear el horizonte de mi camisón
lentamente se asoma su lengua para desatar el monzón;
te voy a echar de menos, ya mi corazón duela.
lunes, 23 de enero de 2017
Escribir, por el placer de escribir.
¡Taniócratas! Hace mucho que este blog viene siendo escrito desde la existencia del otro, como si me hubiera dejado los ojos en casa y solo pudiera mirar el mundo a través de una mirilla emocional. Contra esto, mi médico de cabecera, que no es otra persona más que yo misma, me ha recomendado un cuento cada vez que la desazón o el aburrimiento me pellizquen. Esta noche comienza así la Antología de la Princesa: ''Princesa, princesa, te contaré cuentos hasta que te duermas, o mejor, hasta que te despiertes''. Serán breves, largos a veces; tan ficticios como la vida misma, y a veces tendrán alguna perla escondida, aunque cada vez ésta se disfrace de una manera distinta como a mí me gusta.
¡Queridos taniócratas, se abre el telón, espero que pasen un buen rato!
Cuento 1 - el tiovivo
Royam se apoya distraído en su bastón; tiene en su mano derecha un periódico que cuelga de forma insoportable, y en su cara una mueca extraña porque los niños no paran de girarse para mirar su pelo rojo que brilla incluso en noches oscuras como esta. Se acerca a él su mujer, Anaidem, que después de veinte años casados sigue sin saber interpretar sus expresiones y que extiende su brazo hacia él ofreciéndole las entradas para el circo que acaba de comprar. A ella todo el mundo la describiría diciendo que es una buena persona, de esas que son algo rechonchas porque tienen demasiado corazón dentro de sí y que parecen blanditas cuando son las más duras. Sin embargo, de él dirían que es seco y excéntrico, y que ha tenido mucha suerte por encontrar a alguien como ella. Pero Anaidem sabe perfectamente que eso son paparruchas, y días como hoy se lo confirman. Entre los dos suman 120 años, cuando van al circo, suman quizá 12.
Entran al recinto que huele a palomitas y algodón de azúcar, y saludan a gente a medida que se acercan al vestuario: por ahí anda como enfadado Cornelius, el hombre más sensible del mundo, cuyos poemas tocan hasta el corazón más pétreo del mundo; por allí baila Anane, la tragafuegos pelirroja a la que se paran a abrazar; Dercedil, el acróbata que se mira preocupado las manos vendadas y que les sonríe al verlos...
Acunados por el aire extraordinario de este circo, llegan hasta el tiovivo de brillantes colores. El tiovivo, en mitad de esa noche de verano tan profunda, parece un templo de luz desafiante en mitad de la oscuridad. Se alza imponente con sus cientos de figurillas, que al moverse parecen una batalla o un mar: hay animales de todo tipo en cuyos lomos dorados y burdeos y añiles te puedes montar. Incluso parado como está ahora mismo, parece una orquesta visual que siempre sonara grandiosa.
Royam levanta la mano para saludar al gran Tiglio Tiglione, a quien le toca hacer turno en la cabina de mandos, pero de tan mala manera que se tropieza y se choca contra la lubina de dos plazas que parece reírse de él con sus ojos de madera lacada pintados con purpurina. Con sus huesos dolidos se apresura a levantarse antes de que nadie le vea y sube en el águila que hay al lado del fénix de su mujer. Tiglio les sonríe y ellos, como todos estos años, se aprietan mutuamente la mano con mirada conciliadora. El paseo comienza. La música empieza. Los animales en marejada bailan alrededor del pilar principal como indios con su hoguera. Comienza a acelerar y empieza el vértigo, las figuras se vuelven borrosas para Royam. La alta música se mezcla en su cerebro con las imágenes desdibujadas. El caos se agranda y en ese éxtasis multicolor no consigue respirar, como si uno de aquellos tritones de tridente en ristre se le hubiera quedado atrapado en la garganta. Escucha a lo lejos la voz de Anane.
Alejada de la multitud y con una manta que huele a cenizas sobre sus hombros, Anaidem mira al cielo. Las estrellas brillan el triple cuando las ve a través de sus lágrimas.
¡Queridos taniócratas, se abre el telón, espero que pasen un buen rato!
Cuento 1 - el tiovivo
Royam se apoya distraído en su bastón; tiene en su mano derecha un periódico que cuelga de forma insoportable, y en su cara una mueca extraña porque los niños no paran de girarse para mirar su pelo rojo que brilla incluso en noches oscuras como esta. Se acerca a él su mujer, Anaidem, que después de veinte años casados sigue sin saber interpretar sus expresiones y que extiende su brazo hacia él ofreciéndole las entradas para el circo que acaba de comprar. A ella todo el mundo la describiría diciendo que es una buena persona, de esas que son algo rechonchas porque tienen demasiado corazón dentro de sí y que parecen blanditas cuando son las más duras. Sin embargo, de él dirían que es seco y excéntrico, y que ha tenido mucha suerte por encontrar a alguien como ella. Pero Anaidem sabe perfectamente que eso son paparruchas, y días como hoy se lo confirman. Entre los dos suman 120 años, cuando van al circo, suman quizá 12.
Entran al recinto que huele a palomitas y algodón de azúcar, y saludan a gente a medida que se acercan al vestuario: por ahí anda como enfadado Cornelius, el hombre más sensible del mundo, cuyos poemas tocan hasta el corazón más pétreo del mundo; por allí baila Anane, la tragafuegos pelirroja a la que se paran a abrazar; Dercedil, el acróbata que se mira preocupado las manos vendadas y que les sonríe al verlos...
Acunados por el aire extraordinario de este circo, llegan hasta el tiovivo de brillantes colores. El tiovivo, en mitad de esa noche de verano tan profunda, parece un templo de luz desafiante en mitad de la oscuridad. Se alza imponente con sus cientos de figurillas, que al moverse parecen una batalla o un mar: hay animales de todo tipo en cuyos lomos dorados y burdeos y añiles te puedes montar. Incluso parado como está ahora mismo, parece una orquesta visual que siempre sonara grandiosa.
Royam levanta la mano para saludar al gran Tiglio Tiglione, a quien le toca hacer turno en la cabina de mandos, pero de tan mala manera que se tropieza y se choca contra la lubina de dos plazas que parece reírse de él con sus ojos de madera lacada pintados con purpurina. Con sus huesos dolidos se apresura a levantarse antes de que nadie le vea y sube en el águila que hay al lado del fénix de su mujer. Tiglio les sonríe y ellos, como todos estos años, se aprietan mutuamente la mano con mirada conciliadora. El paseo comienza. La música empieza. Los animales en marejada bailan alrededor del pilar principal como indios con su hoguera. Comienza a acelerar y empieza el vértigo, las figuras se vuelven borrosas para Royam. La alta música se mezcla en su cerebro con las imágenes desdibujadas. El caos se agranda y en ese éxtasis multicolor no consigue respirar, como si uno de aquellos tritones de tridente en ristre se le hubiera quedado atrapado en la garganta. Escucha a lo lejos la voz de Anane.
Alejada de la multitud y con una manta que huele a cenizas sobre sus hombros, Anaidem mira al cielo. Las estrellas brillan el triple cuando las ve a través de sus lágrimas.
domingo, 22 de enero de 2017
Noches cálidas, noches frías
A este momento lo llamaré paradoja, quizás incluso dicotomía, que era una palabra que te gustaba más.
A esta noche la llamaré dicotomía; porque en mi cuarto hace tanto calor que los cristales se empañan, pero a la vez está siendo el invierno más frío en años. Y también mi corazón se siente un poco así: ardiendo porque le pasas por dentro, y frío porque estás de paso.
Y es que es difícil en noches como esta dejar de hablarte, aunque no estés; y es difícil dejar de verme desde tus ojos, cuando me parecen tan bonitos. Verme desde tu ausencia me da frío, y mis manitas piden un poco a gritos que vuelvas a llenarlas,
pero esta, cariño, esta es una noche dicotómica; y por mucho que quiera llamarte y decirte ''eh, espérame en alguna parte del camino'', mi corazón sabe que a lo mejor no tomaremos los mismos senderos. Así que no me hagas las promesas que tanto deseo, ni cumplas, volviendo, este tan profundo anhelo, porque, en esta noche dicotómica, cielo, voy a pasar el mono de ti, para ver si me doy cuenta de una vez de que mi sed está en otra parte. Y así, volverás a ser caramelo, que dulcifica la vida, pero nunca droga.
A esta noche la llamaré dicotomía; porque en mi cuarto hace tanto calor que los cristales se empañan, pero a la vez está siendo el invierno más frío en años. Y también mi corazón se siente un poco así: ardiendo porque le pasas por dentro, y frío porque estás de paso.
Y es que es difícil en noches como esta dejar de hablarte, aunque no estés; y es difícil dejar de verme desde tus ojos, cuando me parecen tan bonitos. Verme desde tu ausencia me da frío, y mis manitas piden un poco a gritos que vuelvas a llenarlas,
pero esta, cariño, esta es una noche dicotómica; y por mucho que quiera llamarte y decirte ''eh, espérame en alguna parte del camino'', mi corazón sabe que a lo mejor no tomaremos los mismos senderos. Así que no me hagas las promesas que tanto deseo, ni cumplas, volviendo, este tan profundo anhelo, porque, en esta noche dicotómica, cielo, voy a pasar el mono de ti, para ver si me doy cuenta de una vez de que mi sed está en otra parte. Y así, volverás a ser caramelo, que dulcifica la vida, pero nunca droga.
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